martes, 28 de octubre de 2014

El tiempo todo lo puede.

Un fin de semana cargado de recuerdos.
Falleció hace un par de días en nuestra ciudad el querido profesor/entrenador Lic. Rodríguez Facal.
Hace poco charlaba con él en la pista y me decía que le había costado reponerse de una neumonía que lo había debilitado mucho. Yo le pedía que se cuidara, que no fuese con tiempo frío a la pista. Imposible. La pista era su vida. Esbozó algo así como una excusa diciendo que lo había debilitado unos días de insomnio provocados por el estudio, porque siempre estaba estudiando algo, y se fue a cronometrar el parcial de un chico de no más de 13 años.
Creo que esto resume en pocos renglones su pasión por el atletismo.
Se podrían contar mil cosas de él. Cada atleta (de elite y no tanto) y cada alumno debe tener seguramente una anécdota con el. Porque no era una persona que pasaba sin dejar huella entre los que lo trataban o conocían. Seguramente se podría escribir un libro si juntáramos los comentarios de los alumnos que lo tuvieron como docente. Nunca pasaba indiferente.
Durante más de 5 años, entre 1984 y 1990 tuve el honor de ser uno más entre sus atletas.
Tenía una forma especial de entrenar. A principios de mes, entregaba los planes de entrenamiento divididos de acuerdo a la especialidad en la pista. Lo encabezaba con el nombre de sus atletas de élite, que siempre figuraban entre los 10 primeros del ranking argentino, y los parciales con que se debía entrenar. Después, en forma personal, ajustaba esos tiempos a los que no podíamos correr a esos ritmos.
Tenía una visión fuera de lo común para ver condiciones en los corredores. El veía lo que ni nosotros mismos veíamos. Siempre contagiaba entusiasmo. Su arenga llegaba y motivaba. Se cansó de sacar campeones…
Su voz ronca se escuchaba aún en los momentos más difíciles. Siempre era el aliento justo. Sabía si estábamos cansados, si no podíamos aguantar el ritmo, o si nos hacia falta algún grito que nos despertara.
Y para terminar dejo una anécdota que lo pinta de cuerpo entero.
Cuando empecé a entrenar con él, yo no era tan joven como para ser figura. Pero él siempre me alentó, tenía mas fe en mis condiciones que yo mismo. En esas épocas, en las que entrenaba mediofondo, no figuraba en ningún ranking, ni llegaba entre los primeros en las carreras y a duras penas podía sostener el ritmo de los entrenamientos
Por un accidente domestico, tuve una lesión que me alejo de la rutina durante unos días. No eran épocas de celulares ni de teléfonos en las casas. Solo algunos privilegiados lo tenían. No pude avisar a nadie lo que me pasaba y nunca había dado una dirección para encontrarme. El caso es que no sé como, pero averiguó donde vivía, y se apareció con antiflamatorios y cara de preocupación. Hasta llegó a preguntarme si necesitaba plata.
Hoy en épocas de tanta ambición entre los entrenadores y profesores, este gesto debe parecer raro y hasta fuera de lugar. Pero así era su relación con sus atletas. Era un poco un padre que daba consejos y se ocupaba de los problemas. Nunca me cobró un centavo por entrenarme.
Se lo va extrañar. Pero a todos los que lo conocimos nos queda la intima convicción de que mantuvo su vocación y amor por el deporte hasta el último de sus días. Y no es poco.
Descansa en paz maestro…te fuiste con el deber más que cumplido.

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