martes, 5 de junio de 2018

Mi primer 42 km

Hace mucho tiempo que tenía ganas de escribir un resumen de mis primeros 42 km. Realmente como pasaron tantos años, no creía posible reproducir fielmente los detalles de una carrera 31 años después de haberla corrido. Pero las sensaciones fueron tan fuertes que nunca se me olvidaron del todo y tengo presente la mayor parte de lo que viví ese día, por ese motivo lo voy a tratar de resumir.
Tendría que empezar por decir que yo no era ni por asomo un fondista. Recuerdo claramente haberme entusiasmado con la idea de correr un maratón en cuanto se supo de la realización del mismo. Tal vez no recuerde muchos detalles de la competencia en sí, pero si sé que se trató de una iniciativa generada por Ricardo Rodríguez, Alberto Beguiristain y un juez de atletismo, (ya desaparecido), del cual no recuerdo el nombre. Seguramente el vasco podrá dárselos a quien así lo desee. Yo solo voy a contar mi experiencia personal.
Es difícil hacerse una idea de la magnitud de lo que significaba para los corredores de aquella época tener un 42 k en nuestra ciudad. Se realizaban 2 o 3 maratones en todo el año en el país, por lo que el acontecimiento fue realmente algo muy importante.
Yo hacía competencias de medio fondo. 1500 y 800 eran mi especialidad y alternaba con algún 5 o un 10 mil de tanto en tanto. O sea que mi fondo distaba de ser el ideal para correr con alguna garantía de éxito. Mi entrenador de aquella época era el recordado Prof. Rodríguez Facal. Yo le oculte mis intenciones hasta último momento, se lo dije el día antes, y recuerdo que se enojó y me dijo que no corriera. Pero soy tozudo ahora con 60 años, imagínense con 28.
Así que durante el último mes empecé a alargar los fondos todo lo que podía y sin ni siquiera haber realizado más de 25 kilómetros en una sola vez me presente en la largada.
Recuerdo que no éramos muchos, supongo que cerca de 150. Pero había corredores muy importantes de la famosa década dorada del atletismo argentino (la del 80), lo que significaba un nivel superlativo en aquellos años.
La largada era enfrente del Casino Central, las acreditaciones se realizaban en la Secretaria de Turismo que se encontraba enfrente del mismo, en la manzana demolida.
El circuito arrancaba hacia el sur, hacia una vuelta en “u” cerca de Playa Chica, volvía a la zona de largada y desde allí iba hasta el parque Camet, dando una vuelta por la calle asfaltada dentro del parque para regresar al Casino y desde allí comenzar otra vuelta más al circuito. Siempre por la avenida costera.
Si la memoria no me falla el clima era ideal para correr, lo cual es muy significativo tratándose de Mar del Plata. Por lo menos yo no recuerdo nada fuera de lo normal.
Mis tiempos en 10 km eran siempre por debajo de los 35 minutos, así que haciendo un promedio, calcule que podía pasar los 10 k por debajo de los 37, los 21 k por debajo de 1.18 y si todo marchaba dentro de lo previsto, podía redondear un tiempo cerca de las 2:35 en los 42k, claro, eso fue todo una suposición. La realidad fue bien distinta.
Los primeros kilómetros fueron de acuerdo a lo previsto. Tanto es así que iba inclusive debajo de los ritmos que había imaginado y me sentía muy optimista en cuanto al resultado final.
Los problemas empezaron cerca del kilómetro 30, literalmente me empecé a quedar sin nafta de golpe. De un momento para otro se me acabaron las fuerzas y se me vino el mundo encima. La hecatombe fue dando la última vuelta al Parque Camet. Empecé a caminar pensando que me recuperaría y podría retomar el ritmo. Pero luego de algunos patéticos intentos decidí tirarme al piso en la salida, que en ese entonces era por la calle Beltrán. Hasta me saqué la camiseta y me acosté en el pasto. Mi mejor amigo de esas épocas, me acompañaba estoicamente en bicicleta y lo mande a buscar a mi familia para que me viniese a buscar. Pero no estaba dicha la última palabra. Una vecina que estaba baldeando la vereda comenzó a mojarme la cabeza y de a poco me empecé a recuperar. Recuerdo que no venían más competidores y que desde que yo había parado habían pasado muy pocos. En ese momento yo estaba entre los 10 primeros en la clasificación general.
Entusiasmado por mi recuperación y por haber perdido pocos puestos me volví a poner la camiseta y empecé a correr como podía. A partir de ese momento no tengo más recuerdos, todo se me hace borroso y solo mantengo algunos flashes de lucidez. Sé que a la altura de la fábrica de Havanna, kilómetro 33 más o menos, no podía correr en línea recta. Por más que lo intentaba me iba de cordón a cordón. Hoy que lo pienso, realmente fue una verdadera locura seguir.
Pero mi corazón me pedía terminar a cualquier costo. Y seguí.
Los recuerdos son borrosos, pero sé que camine muchas veces más hasta la llegada y cuando llegue literalmente me desplome. Hasta ahí me duro la pila, sé que me descompuse y que no podía parar de vomitar y temblar. Estaba totalmente deshidratado. Por suerte había médicos y ambulancia para asistirme y estuve en una camilla con suero un largo rato. En cuanto me recupere un poco físicamente, me quebré emocionalmente. No podía parar de llorar. El esfuerzo había sido extremo. Fue un largo tiempo de recuperación hasta que pude volver a caminar. Un poco arrastrándome y con ayuda subí al podio y recibí un trofeo. Había llegado entre los 30 primeros y como no se acostumbraba hacer categorías por edades accedí a uno de los premios en la general.
El tiempo fue 3: 06 ( no sé el registro exacto, pero se debe poder averiguar) y el puesto 27º entre los caballeros.
En ese momento no me sentí conforme con mi carrera, siempre pensé que de haber entrenado como correspondía, podía haber estado cerca de lo que había proyectado.
Con el tiempo he aprendido a valorar el esfuerzo y el registro y hoy me siento orgulloso de haber sido uno de los que terminaron los primeros 42 kilómetros de la ciudad de Mar del Plata. Ojala hoy pudiese correr en esos tiempos.
La foto es de la llegada. Patético por donde se lo mire

jueves, 10 de mayo de 2018

Existe un hombre que tiene por costumbre acompañarme en las carreras.


Hace mucho tiempo leí un cuento corto del escritor Fernando Sorrentino, que me impactó profundamente. “Existe un hombreque tiene la costumbre de pegarme con un paraguas en la cabeza”, se llamaba.
En el cuento, un persona desconocida se aparecía un día al protagonista y sin darle una explicación comenzaba a golpearlo suavemente con un paraguas en forma metódica pero ininterrumpida, generando obviamente una reacción del agredido  que fue pasando por distintas etapas emocionales, desde la violencia hasta la indiferencia, generando un vínculo entre los protagonistas.
Salvando las diferencias, creo que experimenté una situación similar, por lo insólita, con un conocido que me acompañaba en bicicleta en las competencias que participaba.
He contado en reiteradas oportunidades que mi mejor época deportiva fue entre los años 19987-1991. En esa época, yo hacía podio bastante seguido y llegaba entre los 10 primeros en la general en casi todas las carreras.
Competía en pista, principalmente, y en las competencias pedestres de distintas distancias, que se realizaban en ese entonces.
Durante esas carreras solía acompañarme un conocido en bicicleta. Digo conocido, porque si bien habíamos coincidido laboralmente durante un tiempo (éramos empleados de casinos), no éramos amigos. Es más, solo un tiempo después averigüe su nombre, que no viene al caso, por simple curiosidad.
Mi seguidor, por llamarlo de alguna manera, esperaba la largada en una bicicleta antigua tipo inglesa, y cuando podía se acercaba y se ponía a la par y me alentaba por mi nombre. Evidentemente se trataba de un ciclista, porque nunca sentía el rigor del ritmo, algo que no es tan sencillo, y con una paciencia y perseverancia increíble no cesaba de alentarme. Mi primer nombre es Raúl, y él me conocía por ese nombre. Recuerdo “vamos Raulito viejo nomas”, como si lo estuviese escuchando ahora. Lo repetía incesantemente, e inclusive se emocionaba cuando yo progresaba en la competencia.
 Al principio esa situación me incomodaba, inclusive podía decir que me avergonzaba. Más de una vez tuve que soportar las cargadas de mis rivales y amigos. A todos les resultaba por lo menos gracioso e insólito. Llegado este punto del relato, tengo que reconocer que siempre se mantenía a una distancia prudencial, no perjudicando ni entorpeciendo la competencia ni a mis rivales ocasionales. Nunca hubo una intención de sacar ventaja o molestar al resto de los competidores. A veces lo perdía de vista, pero era porque cuando se hacía un grupo, él se mantenía atrás hasta que tenía la oportunidad de acercarse para continuar su arenga.
Sobre el final de la carrera, se iba, y no se quedaba al podio, ni siquiera se me acercaba a saludar. Mis amigos lo conocían y no hay foto de esa época donde no aparezca.
Su presencia se me hizo tan habitual, que esperaba el momento de su aparición y más de una una vez, alentado a viva voz, gané algunos puestos en la clasificación general.
En la foto, voy corriendo una edición de los 42 km de Mar del Plata, acompañado por Rubén Díaz, ex atleta y hoy entrenador de atletismo. Atrás se ve a mi eterno acompañante en su bicicleta.

viernes, 24 de noviembre de 2017

La maratón del mar 2017

Voy a opinar sobre la “maratón del mar”, como se llama ahora nuestros 42 km. Digo “nuestros”, porque es la carrera de calle que nos representa, tanto a nivel nacional como internacional. Yo tuve la suerte de correr la 1° edición, hace ya 30 años y corrí varias ediciones más a lo largo de los años.
También fui testigo de cómo los primeros organizadores, miembros en ese entonces de la Asociación Marplatense de Atletismo, remaron contra viento y marea para que se hiciese. Sin apoyo económico, sin ambiciones de ningún tipo. Solo por amor al atletismo.
Y hubo errores, claro que los hubo. Y hubo cambios de circuito, errores de clasificación y muchas cosas que no deberían haber sido. Pero hubo muchas cosas buenas también. Y hay recuerdos imborrables y emociones a flor de piel entre los que la corrimos.
Muchos, tuvimos la suerte de que se hiciera contra todos los pronósticos y los marplatenses siempre tuvimos un 42 k para correr en nuestra ciudad.
Durante 4 años, por razones económicas no se puedo realizar. Pero se volvió con fuerza renovada y a partir del año 2012 la carrera contó con presencia multitudinaria.
Después de 2 años de una pésima administración municipal, la carrera volvió a dar cuantiosas pérdidas monetarias que todavía hoy son inexplicables. Se volvió a correr el riesgo de perderla. La administración actual no se quiso hacer cargo del riesgo y decidió licitarla.
Ahora esta concesionada, lo cual no me parece mal. Pero creo que hay que poner las cosas en claro.
Quienes se encargan de la organización, son posiblemente la mejor empresa de carreras de aventura del país. No digo de calle porque creo que “los ñandúes” tienen más años realizando este tipo de carreras y con resultados positivos.
El “club de corredores” es sin lugar a dudas una empresa eficiente, profesional y exitosa. Con un calendario extenso y con más de 1 competencia durante un fin de semana, lo que da una idea cabal de la capacidad organizativa de la misma.
La cuestión de fondo es:
¿La carrera sigue siendo nuestra? ¿O se convirtió en el negocio de quienes ganaron la concesión?
Cuando se elaboraron los pliegues de licitación, se pusieron una serie de pautas que los ganadores de la concesión debían seguir. Estos eran tan exigentes que algunos se animaron a decir que iba a quedar desierta. Algo que finalmente no sucedió.
Sin embargo y por decreto, se decidió que la fiscalización fuera por parte de la FAM y la por lo menos un 10% de la recaudación de las inscripciones quedaran para la municipalidad. La empresa adjudicataria debía trabajar con el EMDeR en la logística y cumplir con un costo de inscripción y muchos otros servicios. Acá se puede leer el pliego de licitación…
Pero. ¿Se cumplen?
Ayer no estuvieron certificadas las distancias de los 10 km y los 21 km, varios corredores con reloj gps se quejaron porque faltaban varios metros a las mediciones.
Los 42 km, aparentemente sí estaban certificados, pero el circuito fue sin dudas el más duro de todos los que se han corrido hasta el momento. Incluyendo una largada caótica y cruces desorganizados entre corredores de distintas distancias en varias partes del mismo.
El EMDeR. ¿Avaló este circuito? ¿No hubo un análisis previo de lo que podía ocurrir? ¿Por qué no fueron certificadas las distancias de las pruebas complementarias?
Si no cumplieron las pautas de los pliegues, debería haber como mínimo una multa a la empresa que no cumplió con lo acordado…
Seguramente vivo en la utopía de pensar que un ente oficial pueda organizar una carrera eficiente y multitudinaria. Sin embargo la gestión municipal anterior estuvo cerca de lograr una organización brillante. En su momento, yo fui voluntario en algún abastecimiento, también hice algún comentario marcado errores y cosas a mejorar. Lamentablemente, no sé por qué, hubo un déficit millonario que desembocó en la actual licitación de la carrera. Supongo que habrá sido una mala administración y la falta de sponsors, pero también hubo una intención municipal de no abrir las puertas a ninguna empresa y obtener un rédito político que tuvo un costo demasiado alto. El tema de que en la organización actúe la FAM, responde a un fin lógico, es nuestra entidad atlética, y es quien se hace cargo de que nuestros atletas, infantiles, menores y mayores nos representen en las competencias nacionales e internacionales. El atletismo pasa por la pista, y las carreras de calle, la maratón incluida, deberían como mínimo coordinar y actuar en conjunto, para garantizar, certificación de distancia, seguridad de los atletas, servicios complementarios, categorías y muchas otras cosas. Creo, sin temor a equivocarme que es una función que le compete a la FAM. En el caso de la empresa privada a cargo del evento, ya expliqué que no tengo nada en contra de ella y merece el mayor de los respetos. Pero sigo pensando que esa ganancia que obtienen podría ser una inyección para costear viajes o arreglar las ya deterioradas instalaciones del parque. Claro...es difícil pensar que siendo oficial se puede ser eficiente. A lo mejor no da para que en un año calendario se reemplace la organización del Club de Corredores. Pero creo que hay gente en nuestra ciudad que puede llevar adelante esta carrera.
Este año hay una nueva licitación. Tal vez sea el momento de que la Federación de Atletismo Marplatense, junto con el EMDeR, vuelvan hacerse cargo de “nuestra” maratón. O como mínimo, tengan una participación mayor, tanto en la organización como en el reparto de ganancias.
Tal vez a algunos no les guste la idea. Pero  muchos de nosotros estaremos agradecidos de que así sea.
Pd: al compartir esta publicación en las redes sociales, recibí críticas y comentarios que realmente me sorprendieron. Creo que varias de las personas que se sintieron agravadas por mi post, no entendieron lo que expresé. De ninguna manera creo que se deba perder la maratón. Ni todo lo bueno que hubo en estas últimas ediciones. Solo pienso en mejorar algunas cosas y hacer que parte del redito económico sea derivado al atletismo local. Insisto, hay gente con capacidad más que sobrada en la ciudad para hacerse cargo del evento, de hecho el EMDeR sigue teniendo la misma gente que se encargó de realizarla en el año 2013 y 2014.

domingo, 12 de noviembre de 2017

Corredores que no corren

Mar del Plata es un lugar único para entrenar. No hay dudas de eso. Tiene un entorno maravilloso. Una mezcla irresistible de playa con sectores donde la sierra termina sumergiéndose en la costa, dando un paisaje diferente y con todos los condimentos para correr. En sus más de 20 kilómetros de extensión, se puede hacer loma, aren
a, escalera y hasta pasadas de velocidad. Todo en un mismo escenario. Y como si fuera poco, a solo 15 km de la ciudad, se encuentra la “Laguna de los Padres”, un lugar con un microclima y desniveles en el terreno que forman un escenario paradisiaco, producto del espejo de agua, una gran zona arbolada y su cercanía con la “Sierra de los Padres”.
O sea que si se quiere variar el entrenamiento, la ciudad ofrece un abanico de posibilidades que difícilmente encontremos en otro lugar.
En una nota publicada en el diario “La Nación”, se la ubica como un lugar de privilegio incluso a nivel mundial. Leer acá…
El porcentaje de gente corriendo en relación a la población es muy alto. A toda hora se ven corredores entrenando. Inclusive hay muchos grupos de running y algunos son pioneros en la actividad en todo el país. Mar del Plata siempre tiene presencia en las principales carreras, y hay corredores elite desde hace muchos años.
Pero este gran escenario natural conspira con las competencias. Los atletas prefieren entrenar en grupo antes de participar en las carreras.
Las competencias tienen pocos participantes. En los últimos años, las carreras callejeras han quedado reducidas a un puñado en el calendario local. No hay un único motivo para que esto suceda, los altos costos organizativos, el absoluto desinterés de las autoridades municipales para fomentar el atletismo poniendo todas las trabas posibles, la falta de circuitos distintos y el poco interés de los organizadores en invertir conspiran para ello.
Entonces la mayoría de los atletas opta por entrenar antes de competir.
Los entrenadores y responsables de los grupos, generan entrenamientos para sus corredores y no los alientan a participar. Tener una gran cantidad de corredores es un negocio lucrativo en la mayoría de los casos, y generalmente se busca complacer al cliente antes de perderlo. No se los puede culpar, cada cual atiende su negocio.
Por supuesto que hay excepciones.
Pero el resultado final de no competir va en contra de la esencia del atletismo. Se entrena para mejorar. En ese camino de superación, hay que competir. No hay otra verdad.
Los que solamente entrenan, no mejoran. La competencia es imprescindible si se quiere progresar.
Ojala haya un cambio de mentalidad y actitud en los próximos años, es la única manera de seguir siendo la capital del atletismo argentino.