He contado en reiteradas ocasiones que corro hace ya mucho tiempo. Es evidente que por distintos motivos, no he tenido la continuidad necesaria como para mantener el nivel que en mi juventud supe alcanzar. Tal vez una lesión importante, rotura de meniscos, marcó el principio del fin. Ese parate obligado, hizo que viera la realidad de mi futuro y comprendiera que estaba muy lejos de ser élite y dejara de soñar con imposibles. Nunca me quedé con el sabor amargo de no haberlo intentado. Durante un tiempo di lo máximo de mí y me dedique casi por completo al entrenamiento. Llegué hasta donde mis condiciones me permitieron. De eso estoy seguro. No me arrepiento de haberlo intentado. Si tuviera la oportunidad lo volvería a hacer. Fue un tiempo bien invertido, gane en salud, amigos y tuve también grandes satisfacciones. Por supuesto que durante ese periodo deje ambiciones personales de lado, sobre todo en cuestiones laborales, pero en alguna medida mantuve un equilibrio entre el trabajo, la familia y el entrenamiento.
Por eso creo que hay una diferencia marcada entre los actuales “runners” y los corredores de antes. Antes no había una conciencia de correr para mejorar la salud o hacerlo por placer. Todo se encuadraba dentro de lo competitivo.
En la actualidad, la mayoría de la gente que entrena antepone su vida privada al entrenamiento. Y esta bien que así sea. El secreto de disfrutar de “correr” es encontrar la forma de se incorpore a tu vida para siempre.
Por eso hay que ser prudente en los esfuerzos y pensar que una locura o imprudencia pude derivar en una lesión grave o tal vez en algún mal mayor.
La competencia es siempre con uno mismo, y por eso no importa el tiempo que lleve mejorar, siempre hay tiempo para intentar ser un poco mejor.
Muchos de los que recién comienzan, se entusiasman por demás con los progresos a tal punto que sacrifican su vida personal y dedican horas y horas al entrenamiento, sin medir costos ni consecuencias.
Lo más sensato es encontrar un equilibrio.
Con las maratones ocurre algo parecido, hay carreras tanto de aventura como de larga distancia, que necesitan años de entrenamiento y acondicionamiento físico para poder participar sin riesgo de lesiones y con una expectativa razonable de éxito. No hay que dejarse llevar por los proyectos de los que entrenan con nosotros y tomar verdadera conciencia de cuando estamos realmente preparados para intentarlo.
Tristemente he visto muchas lesiones en corredores que tuvieron consecuencias desastrosas. Las lesiones a nivel articular son difíciles de curar y necesitan muchísima rehabilitación, por lo que a muchos les ha costado el no volver a correr.
Si algún consejo puedo brindar desde mi experiencia, es el de no querer apurar los tiempos para mejorar.
Primero hay que lograr ganar resistencia aeróbica, y eso es hacer kilómetros despacio. Es imprescindible estar con un peso adecuado para empezar con pasadas de velocidad o trabajos de potencia (lomas o escaleras), y eso lleva un tiempo en la mayoría de los casos. Las dietas ayudan, pero hasta cierto punto, ayunando se corre el riesgo de debilitarse o no ingerir las vitaminas e hidratos de carbono que el cuerpo necesita cuando se lo somete a un esfuerzo.
Por eso se hace casi de rigor un control médico permanente y la supervisión de algún entrenador que vea nuestros progresos y decida cuando estamos en condiciones de exigirnos más.
La fuerza de voluntad y el amor propio son importantes para mantener una continuidad y poder progresar. Pero no hay que confundir voluntad con tozudez o terquedad porque el precio a pagar puede ser demasiado alto.
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