sábado, 27 de julio de 2013

Baila, baila, baila...Corre, corre, corre.

En el libro Baila, baila, baila, el escritor japonés Haruki Murakami cuenta la vida de un desorientado joven que no encuentra su lugar en el mundo. Le cuesta relacionarse y tiene problemas para concentrarse en su trabajo. En un momento determinado tiene la posibilidad de encontrarse con una proyección de sí mismo y desesperado consulta cual es el camino que debe tomar para ser feliz. Su alter ego le dice sin poder explicarle porque que tiene que bailar. Este entiende por bailar, no ocultarse, estar siempre en movimiento y abrir la cabeza a nuevas experiencias.
Cuando no tengas respuestas “baila”.
Podríamos trasladar este sensación a corre, corre, corre…
Por lo menos así lo veo yo desde una óptica de corredor. Hace ya muchos años que he comprobado que el mejor remedio para enfrentar las desazones que nos da la vida es correr. Inclusive en los peores momentos, cuando uno se siente tan abatido que no quiere ni siquiera moverse de su sitio, el empezar con un trotecito, hace que todo el universo se ponga de tu lado para superar el mal transe.
La sensación de esfuerzo en libertad que genera el correr es encontrarse con uno mismo de la forma más natural. Es muy raro que se vuelva a tener sensación de abatimiento después de haber hecho unos kilómetros a buen ritmo. Por eso yo siempre pienso en correr. Sé que mi mirada del mundo va a ser distinta después de un entrenamiento. Aun estando cansado, las cosas nunca pueden empeorar corriendo, solo tienden a ser más positivas.
El fin de semana próximo voy a volver a competir en la carrera de aventura que organiza el Club de Corredores en Pinamar. Mirándolo a la distancia, me parece mentira que ya haya pasado tanto tiempo, precisamente un año desde la última edición. No fue deportivamente lo que yo imaginaba. Muchas lesiones, algunas crónicas, me marginaron de las competencias a tal punto de haber podido correr solo unas pocas carreras.
Tenía la íntima convicción de que los 27 km del año pasado iban a ser una bisagra para mi retorno a las competencias. Pero no todo se dio de esa manera. Tuve sí, algunos momentos de buen entrenamiento, que me generaron un optimismo razonable en cuanto al futuro cercano. Pero cada vez que quise apurar los tiempos lo pague caro. Desgarros, distenciones musculares, inclusive algún dolor lumbar, me hicieron ver la realidad. Tanto tiempo sin correr se paga en el cuerpo, inclusive la edad conspira para no recuperar la tonicidad.
El año pasado me contentaba con llegar, algo que logré no sin esfuerzo. Este año voy a intentar algo más. Estoy anotado para competir en pareja con un amigo de hace muchos años. El tiene un estado físico mejor y una continuidad compitiendo que ya quisiera tener yo. Lo mío es una incógnita, me siento mucho mejor que al año pasado, pero vengo de un parate obligado por un desgarro en los 21 km de New Balance. De la lesión estoy recuperado, pero dudo del fondo acumulado para una exigencia como es correr 27 km en la arena. Espero estar a la altura de las circunstancias.
Hace poco me pidieron un consejo para correr esta carrera. El que lo hizo debuta en esta distancia en la aventura. Mi respuesta inmediata fue que no era la carrera más apropiada para experimentar. Pero si ya se tomo la decisión y no queda otro remedio, le diría que lo tome con calma, que camine cuando sienta que está muy cansado o que no se puede avanzar en la arena, cosa que indefectiblemente va a suceder. En definitiva solo se trata de bailar, perdón de correr.
En la foto estoy luego de un entrenamiento con mi amigo Adrián, con el cual correré en Pinamar.

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